Murió Fernando Botero, que no pintó mujeres obesas, pero cuyas figuras rollizas se convirtieron en su marca registrada

Fernando Botero, el pintor y escultor colombiano también conocido como la respuesta sudamericana a Picasso, cuyo estilo distintivo y atmósfera única inspiraron el término alfarería acuñado por los historiadores del arte, murió a la edad de 91 años, escribe MTI.

El estilo distintivo de Botero se desarrolló a mediados de la década de 1960, donde pintó principalmente temas tradicionales (autorretratos, naturalezas muertas, desnudos y hombres y mujeres comunes y corrientes) de una manera completamente poco convencional. Sus pinturas irradian la alegría de vivir, alabando cuerpos exuberantes y alimentos deliciosos.

Su concepto de la belleza también es algo inusual: en sus obras representa figuras regordetas, llenas de vida, donde lo delgado se vuelve regordete y el lugar de la gracia es reemplazado por formas compactas y pesadas, una sensación de lentitud. Un movimiento. Representaba sus figuras físicas -por ejemplo, una mujer desnuda acostada en una cama o un hombre enmascarado sentado sobre un gran caballo- en situaciones ordinarias, pero el objetivo de la picardía gráfica en proporciones exageradas era transportar al espectador a lo que él llamaba el dimensión trascendente de la obra. A pesar de las formas toscas, insistió en que sus obras no se centraban en el tipo de cuerpo. “No dibujo mujeres gordas”, declaró.

Fernando Botero frente a uno de sus cuadros en una exposición en Viena en 2010 – Fotografía: Georg Hochmuth / APA / AFP

Sin embargo, además de temas cotidianos, Botero también retrató la sangrienta vida cotidiana de su país natal. Una de sus pinturas muestra el asesinato del famoso narcotraficante Pablo Escobar a manos de la policía en un tiroteo en una azotea, y su exposición de 2004 en Bogotá trató sobre la guerra de pandillas que duró casi medio siglo. Pero también retrató los momentos posteriores a la explosión de una máquina infernal escondida en un coche y a un grupo de personas divirtiéndose con un arma automática y un machete ensangrentado en la mano.

En 2005, sus pinturas de temática política ocuparon las portadas de los periódicos internacionales, y la serie de cincuenta obras se inspiró en los abusos a prisioneros cometidos por soldados estadounidenses en la prisión de Abu Ghraib en Irak. En declaraciones a los periodistas hace años, Botero habló de la responsabilidad de los artistas, recordándonos que quizás nadie sabría hoy las atrocidades cometidas en Guernica si Picasso no hubiera pintado su famoso cuadro.

También dibujó retratos humorísticos de figuras públicas, incluido el fundador de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), Manuel Marulanda.

Además de todo esto, Botero también rindió homenaje a la pintura clásica con sus ingeniosas reelaboraciones: una de sus obras famosas es una edición especial de la Mona Lisa de da Vinci.

Las últimas décadas de Botero como uno de los artistas más ricos del mundo estuvieron muy lejos de sus humildes comienzos. Fernando Botero Angulo nació en Medellín el 19 de abril de 1932, hijo de un vendedor ambulante y una costurera. En su juventud quedó fascinado por las obras de los grandes de la escuela mexicana de pintura mural, Diego Rivera y David Alfaro Siqueiros. Cuando tenía veinte años viajó a Europa para estudiar pintura en la Academia de San Marcos de Florencia, y fue entonces cuando se enamoró del arte italiano. Fue influenciado por muchos grandes maestros italianos: sobre todo Paolo Uccello en el tratamiento de la perspectiva y Giuseppe Arcimboldo en la escultura de formas orgánicas que viven separadas en todos sus gustos. Entre los antepasados ​​más cercanos en el tiempo cabe mencionar sin duda a Henri Rousseau, el “aduanero”, y al inglés Stanley Spencer, poco conocido en Hungría.

Según la famosa casa de subastas Sotheby’s, las obras de Botero que han sido expuestas en todo el mundo se venden por más de dos millones de dólares cada una. Ya a la edad de ochenta años, el artista pintaba al menos ocho horas al día.

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